Opinión: El Perú que vota, migra y el candidato que necesita: consecuencia de gestiones fallidas.

Columnista invitado: Daniel Varela, experto en comunicación de marca y reputación corporativa y catedrático en UPC.
Perú atraviesa una de las crisis políticas más prolongadas y desgastantes de su historia republicana reciente. En los últimos cinco años, hemos visto desfilar a cinco presidentes con niveles de aprobación que apenas rozaron los dos dígitos, reflejando el profundo desencanto ciudadano hacia la clase política. Este descontento, alimentado por la corrupción, la polarización y la falta de resultados tangibles, pone sobre la mesa una pregunta crucial: ¿qué busca realmente el votante peruano y cómo debe responder un candidato para restaurar la confianza en el sistema?
El elector promedio en el Perú es un reflejo de sus circunstancias: una sociedad diversa y fragmentada, marcada por la desigualdad económica, la falta de acceso a educación de calidad y la desinformación. Esta combinación genera un escenario donde las emociones, más que el análisis racional, guían la decisión electoral.
Por un lado, los jóvenes (18-35 años), que representan un segmento crucial del padrón electoral, demandan cambios estructurales. Hartos de la política tradicional, buscan figuras que rompan con el statu quo, muchas veces sin detenerse a evaluar la viabilidad de las propuestas. Para ellos, las redes sociales son un campo de batalla, y los mensajes disruptivos tienen un impacto profundo.
Por otro lado, los adultos mayores (35+ años) priorizan la estabilidad. Conscientes de las consecuencias de la crisis política y económica, buscan candidatos que ofrezcan certezas en lugar de promesas utópicas. En su caso, el historial del candidato, su experiencia y su capacidad de liderazgo pesan más que las promesas de cambio radical.
En zonas rurales y sectores populares, donde el acceso a información es limitado, el carisma y la proximidad cultural del candidato se convierten en fac
tores decisivos. La capacidad de conectar con las necesidades inmediatas, como empleo, salud e infraestructura, es más determinante que un plan de gobierno sofisticado pero distante de la realidad local.La crisis política y social que ha marcado los últimos años no solo se refleja en los bajos niveles de aprobación de los presidentes, sino también en un fenómeno aún más preocupante: el éxodo masivo de peruanos al extranjero. Según datos del INEI, entre enero y junio de 2023, 415,393 peruanos emigraron y no regresaron, proyectando un total anual de 830,784 migrantes.
Este número es alarmante cuando se compara con el promedio anual de 110,321 emigrantes entre 1990 y 2020, lo que representa un incremento porcentual de 653.2%. Esta aceleración en la emigración no solo es una respuesta al descontento político, sino también un reflejo del deterioro de las condiciones económicas, sociales y de seguridad en el país.
El éxodo masivo de ciudadanos calificados y trabajadores representa una pérdida significativa de capital humano para el Perú y evidencia el impacto acumulado de las gestiones fallidas de los últimos cinco gobiernos. Si no se generan cambios estructurales que restauren la confianza en el futuro del país, este fenómeno seguirá profundizando la fractura social y económica del Perú.
En este contexto de descontento y fragmentación, el perfil de un candidato viable para el Perú debe ser un equilibrio entre carisma, credibilidad técnica y liderazgo ético. Las características esenciales son claras:
1. Cercanía con las bases populares: El Perú necesita un líder que hable su idioma, que conozca las necesidades de las comunidades rurales y urbanas marginadas. La proximidad física y cultural, sumada a un discurso inclusivo, es clave para ganar la confianza de los sectores más vulnerables.
2. Integridad y transparencia: Ante un electorado cansado de escándalos de corrupción, un historial limpio es no negociable. Más allá de las palabras, el candidato debe demostrar con hechos que es diferente, rodeándose de un equipo técnico competente y sin vínculos cuestionables.
3. Visión de unidad: En un país profundamente polarizado, un discurso conciliador será decisivo. El Perú necesita un líder que evite exacerbar divisiones sociales, étnicas o ideológicas, y que promueva consensos reales, tanto en la ciudadanía como en el Congreso.
4. **Resultados visibles a corto plazo:** Aunque las reformas estructurales son esenciales, el candidato debe priorizar soluciones inmediatas para problemas como la inseguridad, la falta de empleo y el acceso a servicios básicos. Propuestas claras y tangibles generarán confianza en un electorado que exige resultados rápidos.
El reto no solo recae en los candidatos, sino también en el proceso electoral y en los propios votantes. Es imprescindible avanzar hacia una mayor educación cívica y política que permita al ciudadano analizar propuestas y reconocer discursos populistas vacíos. Asimismo, las instituciones deben garantizar elecciones limpias, transparentes y competitivas, donde se priorice la calidad sobre la cantidad de candidatos.
El Perú no puede permitirse más experimentos fallidos. Es momento de construir liderazgos auténticos, éticos y efectivos que respondan a las necesidades reales de la población. El perfil de un candidato ideal está claro: alguien que combine empatía, capacidad técnica y visión a largo plazo. Pero para que ese candidato llegue al poder, es necesario que el elector también asuma su responsabilidad, votando con conciencia y mirando más allá de las emociones y promesas fáciles.
Solo así podremos romper el ciclo de desencanto que ha marcado la política peruana y construir un país más justo, unido y próspero. El futuro del Perú depende de ello.